lunes, 23 de mayo de 2016

Cervantes no fue liberal


«Si tu genio inmortal que subyugara
con tu historia sin par al mundo un día
la cabeza, ¡oh CERVANTES! levantara,
y a ESPAÑA contemplara
sin honra, sin decoro ni hidalguía,
presa de horrible confusión y espanto
al sepulcro de nuevo descendiera
vertiendo amargo y abundoso llanto...»
Vicente de Vallivana, oda a Cervantes

Ilustración que muestra a Miguel de Cervantes combatiendo en Lepanto
tomada del diario ABC

El democratismo liberal festeja este año el centenario de Miguel de Cervantes, el autor inmortal del Quijote; de ese libro que es, sin ningún género de duda, el más inapreciable tesoro que posee la literatura castellana; de esa joya nacional cuyo valor, traspasando los límites fronterizos, ha llegado a causar la más grande de las admiraciones a todos los pueblos civilizados. Lo cual no deja de ser la más absurda de las pretensiones, el error más craso y la más descabellada de las ideas. ¿Por qué? Por la sencilla razón que vamos a exponer.

Miguel de Cervantes, franciscano seglar
¿Quién fue Cervantes? Una genuina representación del verdadero pueblo español. Su intachable honradez no hay quien la ponga en duda; su amor a la patria lo demostró en miles y miles de ocasiones, y sobre todo en la nunca bien ponderada batalla que en las aguas de Lepanto cubrió de inmarcesible gloria las armadas españolas; su acrisolada lealtad puede apreciarse en la narración que él mismo nos hace del cautivo del Argel en su inmortal obra, cuyo protagonista es él en persona, aunque lo encubra con los pliegues del misterio; su inquebrantable fe queda patentizada evidentemente en todos los actos de su vida y en particular en el sublime hecho de profesar en la venerable Orden Tercera de nuestro Padre el Santo Patriarca de Asís y de ordenar antes de exhalar el último estertor de la agonía que le enterrasen con el hábito puesto...

¿Qué nos enseñó, no solamente con sus escritos, sino con sus hechos? Que profesáramos un amor grande, un amor inmenso, un amor sin mezcolanza de ningún género a Dios, porque su religión es la que nos enseñaron nuestros padres y la que profesamos convencidos de que es la verdadera; a la Patria, puesto que tenemos la dicha de haber nacido en una nación que, con su manto de gloria, cubrió la faz del sol; y al Rey, porque es estricta obligación de todo buen vasallo, de todo súbdito leal sacrificarse en aras de sus intereses, que son los nuestros propios, de defenderlo donde quiera que la ocasión se nos presenta.

Silueta
Hoy celebra toda España,
de Cervantes centenario,*
unánime y merecida
la ovación que tributamos.
La Patria que honra el talento
merecedora es de aplausos;
más ciencia y menos política
es lo que necesitamos.
Escuelas, y no tabernas;
en vez de caciques, sabios;
y al obrero procurarle,
que tenga pan y trabajo.
Homenajes a porfía
a los que logran ganarlos;
Cervantes nos da el ejemplo
su nombre inmortalizando.
Afán de Rivera

Esta entrada se basa en el artículo «Cervantes no fue liberal»,
publicado en La Verdad, Granada, 8 de mayo de 1905

* El poema original dice: "del Quijote el centenario"

sábado, 21 de mayo de 2016

Crónica de la romería a Santa María del Espino del Círculo Tradicionalista de Granada


Hablar del mes de mayo
crónica de Antonio M.ª (21 de mayo de 2016)

Hablar del mes de mayo, significa hablar del mes de María Santísima. El Señor de los Ejércitos desea que nosotros, sus hijos, no desdeñemos esta oportunidad de perseverar en el Misterio de su Amor a través del trato con su Madre —nuestra Madre—.
Romilla

Por este motivo, un puñado de correligionarios carlistas del Círculo General Calderón de Granada nos reunimos ayer en romería para honrar a la Señora y hacerle muestra de nuestro filial cariño. En reducido grupo —como a nosotros nos gusta—, piadosamente, con sabor de intimidad.

Significa “desencadenarnos”, escapar urgentemente de esa vorágine de falsedad y esclavitud en que los nuevos tiempos nos han metido: una sociedad de esclavos que necesita esclavos. Significa “encuentro”, encuentro con la verdad y el don de la vida palpable en la Creación —el campo— donde sus nobles moradores viven en plenitud con la misma, genitores de fructuosos campos que crecen entre las alegrías y sinsabores cotidianos, bajo el sol abrasante, la escarcha y demás inclemencias del cielo.

El círculo tradicionalista granadino, el mismo que ya iniciara su andadura romera en su visita a la Virgen de los Labradores de Quéntar, eligió esta vez el Monasterio de MM Capuchinas de la Virgen del Espino de Chauchina, conocida coloquialmente por los lugareños como Virgen del Pincho. ¡Qué mejor manera de llegar a Cristo que a través de su propia Madre, con la humildad de un niño, caminando de su mano por esos caminos de Dios! “Quodcumque dixerit vobis, fácite” (Jn 2,5), “Haced lo que él os diga”.

Iniciamos nuestro peregrinar desde la pequeña localidad de Romilla, atravesando barbechos y alamedas, entre surcos desyerbados y secaderos de tabaco. Rostros curtidos nos saludan, con los almocafres espejeantes en alto, como banderilleros de la nada; con curiosidad y cariño, observando nuestros pasos cansados y orantes… quizá recordándonos que nuestra cosecha también llegará algún día. «Vosotros sois de los míos, mi abuelo fue requeté», nos dice un honrado agricultor.

Continuamos, caminamos, rezando el santo rosario, y soñamos con la Vieja Patria que ha de reverdecer, salmodiando añejos y encendidos himnos de Guerra y de Paz; las banderas en alto, con el Sacratísimo Corazón del Señor bordado, haciendo latir los mismos vientos que nos alientan.

Hemos llegado al Santuario: sencillo, humilde y recogido —como le gusta a la Señora—. Nuestros cuerpos, tardos y acansinados reposan sobre miradas encendidas, candentes hacia nuestra Madre Celestial, y hacia Jesús sacramentado, expuesto, con su cuerpo amoroso sobre el altar, toda su alma, grandeza, realeza y divinidad presentes, tal como estuvo en Belén, entre los doctores del Templo, en Caná, en el Tabor y en el Calvario. Casualmente las Hermanas Capuchinas estaban en oración, escondida pero audible para los presentes mediante megafonía. De forma casi clarividente, como si conocieran de nuestra presencia en el lugar, pronunciaron unas preces suplicando la salvación de España por intercesión de nuestro Patrón, Santiago Apóstol, y de nuestro padre San José. ¡Nada pudo salir mejor!

Luego tocó regresar. Ya borrachos de Cristo y del amor envolvente de nuestra Madre, aún no nos habíamos ido, y ya queríamos volver. Los boinas rojas se marchan, paso firme y esperanzado. Como amapolas, matizando la hermosura de los campos, porque de los suelos de las Españas lo mejor absorben.


Letrillas para el mes de María

Dulcísima Virgen,
del cielo delicia,
la flor que te ofrezco
recibe propicia.

Benéfico hiere
lumínico rayo
del sol que engalana
las flores de mayo.

Los prados semejan
amenos jardines
sembrados de rosas
y suaves jazmines.

Y apenas se abren,
y el cáliz asoma,
regala el ambiente
balsámica aroma.

Así en su manera,
brotando en el suelo,
al dueño bendicen
que habita en el cielo.

¡Oh cándidas flores
de troncos lozanos!
Servidme de ofrenda,
venid a mis manos.

Mostrad ahora juntas
mayor lozanía,
que va a recibiros
la Virgen María.

Y el alma y vosotras,
yo pobre aunque soy,
con todas mis ansias
rendido le doy.

Mi afecto sencillo
recibe, Señora,
mi frente en el polvo
te ensalza y te adora.

Piadoso tu oído
mis voces atienda,
y admita amoroso
tu seno mi ofrenda.

Tu rostro divino
mi vista descubra,
y en tanto, oh felice,
tu manto me cubra.

XX Aniversario de Frederick Wilhelmsen: un norteamericano en la corte carlista

Un americano en la corte carlista
por Carmelo López-Arias


En 1977, cuando al calor de las primeras elecciones los partidos presentaban credenciales y manifiestos, la Comunión Tradicionalista recogió en un librito titulado Así pensamos su ideario fundamental. Lo firmaba, anónimamente, “un requeté”. Treinta y cuatro años después, la editorial barcelonesa Scire lo ha reeditado bajo el nombre de su autor real. Y era nada menos que un nombre singular de la revolución conservadora americana, un pensador poco convencional dentro de ese movimiento justo porque su adscripción al carlismo modificaba de raíz su punto de partida filosófico-político respecto a los presupuestos comunes a la escuela.

Frederick D. Wilhelmsen

Tras servir tres años durante la Segunda Guerra Mundial y concluir sus estudios, Frederick D. Wilhelmsen (1923-1996), de ascendencia danesa, natural de Michigan pero texano de adopción (fue treinta años profesor en la Universidad de Dallas), se convirtió pronto en un filósofo tomista brillante, referencia para diversos círculos del influyente catolicismo norteamericano de los cincuenta.

Por entonces conoció a Willmoore Kendall, maestro de William Buckley y confundador con él de la mítica National Review, en la que Wilhelmsen escribió más de un artículo. Acompañando a Kendall viajó a España con becas Guggenheim y Fulbright, y quedó fascinado por la historia patria y por el tradicionalismo.

Frederick D. Wilhelmsen (1923-1996), filósofo, profesor universitario en Dallas y nombre
singular de la revolución conservadora estadounidense, hizo suyo el carlismo.
Hasta el punto, chocante, de redactar él uno de sus idearios históricos.

Descubrió en nuestro país restos vivos de la cristiandad histórica que él defendía en el suyo como encarnación perfecta de la filosofía política católica. Y vio en el carlismo el movimiento que, contra todo y contra todos, pugnaba por mantenerla viva.

No se limitó a un compromiso teórico, sino que bajó a la arena de los actos públicos, tocado con boina roja si era preciso. Le cultivaron círculos próximos a don Juan, pero prefirió la militancia por Don Javier de Borbón Parma, y a su fallecimiento extendió a su hijo Don Sixto la lealtad legitimista.

Entre 1961 y 1965 fue profesor en la naciente Universidad de Navarra. Luego regresó para instalarse en Dallas, pero nunca dejó de venir y de traerse estudiantes consigo para formarlos en la cosmovisión que había descubierto en España.

Se vinculó a los Amigos de la Ciudad Católica y a la revista Verbo del recientemente fallecido Juan Vallet de Goytisolo, y no rehuyó los debates intelectuales y religiosos de su tiempo.

Polemizó con Gonzalo Fernández de la Mora por El crepúsculo de las ideologías (años después una cena los reconcilió caballerosamente), apoyó a don José Guerra Campos, obispo de Cuenca, en los momentos más duros de la campaña desatada contra él por sus taranconianos hermanos, y sufrió con el Concilio Vaticano II, aun sin compartir todas las posiciones del arzobispo Marcel Lefebvre.

Wilhelmsen, con un punto de posibilismo, era tradicionalista en España, pero tampoco abandonó del todo el conservatismo en Estados Unidos. Quizá le podía su amistad con el legendario Buckley o con otras figuras como Russell Kirk o Melvin Bradford.

Junto con Brent Bozell, cuñado de Buckley, fundó en 1966 la revista Triumph con la idea de ir introduciendo el hispanismo católico en una sociedad liberal y protestante, y quedó etiquetado como ‘paleoconservador’.

Lo cual, cuando Ronald Reagan llegó al poder, no era siempre un mérito. Wilhelmsen no perdonó a Ronnie que cediese a la presión neocon para evitar el nombramiento de Bradford al frente del Instituto Nacional de Humanidades. La Casa Blanca prefirió a William J. Bennett.

Gigantón y desgarbado, jovial y simpático como los héroes bebedores de su admirado y antivictoriano G. K. Chesterton, celebrado en todo el mundo como uno de los grandes epistemólogos de su tiempo, Wilhelmsen presumió de su carlismo, en Estados Unidos y en España, sin respetos humanos.

Solo fue ‘anónimo’ cuando le encargaron una misión: poner por escrito una fe colectiva. Entonces sí sacrificó su nombre, como los buenos soldados.

En los años setenta se hallaba en plena actividad la más importante pléyade de intelectuales que ha dado el carlismo en sus casi dos siglos de existencia: Francisco Elías de Tejada, Rafael Gambra, Álvaro d’Ors o Francisco Canals Vidal... Ninguno consideró una usurpación que José Arturo Márquez de Prado, jefe nacional de Requetés, le encargase a Wilhelmsen la redacción de su ideario. Cumplió con creces: “Presentó destilada la doctrina más pura con el mérito de combinar hondura y simplicidad, reflexión y entusiasmo; era un gran comunicador”, sintetiza el profesor Miguel Ayuso, gran amigo suyo.

Artículo publicado en Intereconomía en 2011
Véase también su biografía en inglés.

jueves, 19 de mayo de 2016

Conferencia sobre Marcelino Menéndez Pelayo


Una revisión de la obra de Marcelino Menéndez Pelayo 

En 2012 se ha cumplido el centenario de la muerte de don Marcelino Menéndez Pelayo, uno de los polígrafos de lengua española más importantes del último tercio del siglo XiX y los primeros años del siglo XX. Considerado como uno de los adalides del tradicionalismo español de su tiempo, su obra y pensamiento plantean más dificultades de los que ese juicio sumario pudiera aparentar en primera instancia. la historia de su fama, además, resulta irregular y guadianesca: del ditirambo al silencio y, también, del aprecio de algunas de sus aportaciones al desprecio de otras.

El Consejo de Estudios Hispánicos Felipe II decidió organizar un seminario dedicado a conmemorar la efeméride y honrar su figura, pero con discernimiento crítico y piadoso al tiempo. Contó para ello, en primer lugar, con la colaboración del profesor Alfonso Bullón de Mendoza, que ofreció las instalaciones del instituto de estudios Históricos que dirige. Y que participó igualmente en el mismo junto con los profesores José Peña y José Manuel Cuenca Toribio.

Publicamos ahora cuatro contribuciones discutidas en dicho seminario. Primeramente la del profesor Miguel ayuso, que ha reelaborado su ponencia de clausura, introduciendo algunos elementos que permiten darla a las prensas precisamente en cabeza de este cuaderno en vez de al final del mismo. Da las claves que permiten enjuiciar su vida y obra desde el ángulo político principalmente, al tiempo que examina la herencia del maestro montañés en dos de sus reencarnaciones intelectuales posteriores: los grupos de Acción Española (de Eugenio Vegas y Ramiro de Maeztu) y Arbor (de Rafael Calvo y Florentino Pérez-Embid).

A continuación ofrecemos las lecturas de tres de los ámbitos más significativos de su quehacer intelectual: la Historia de los heterodoxos españoles, la polémica de la ciencia española y la Historia de las ideas estéticas. el canónigo Martín Rubio, el filósofo José Miguel Gambra y el extraordinario escritor Juan Manuel de Prada, respectivamente, nos ofrecen un ponderado balance de dichos ámbitos.

El conjunto, nos parece, tiene –de un lado– la singularidad de haber prestado un interés, merecido, a una figura hoy más bien opacada por las modas y la decadencia intelectuales; mientras que –de otro– destaca por el signo desde el que se revisa su quehacer: el del pensamiento tradicional español sin contaminaciones ni concesiones. Al lector americano, probablemente menos familiarizado con los temas que se abordan, le puede servir en cambio de contrapunto frente a las lecturas por lo general complacientes que de personajes más heterodoxos procedentes de aquella margen se hacen por autores que pasan por tradicionales.

LA REDACCIÓN DE LA REVISTA "FUEGO Y RAYA"
FUEGO Y RAYA - AÑO 3 – Nº 5 – Abril 2013


En el enlace anterior puede para acceder a los textos de las ponencias de don Miguel Ayuso, rvdo. don Ángel David Martín Rubio, don José Miguel Gambra y don Juan Manuel de Prada.

He aquí la grabación de la conferencia:


sábado, 14 de mayo de 2016

Carta de Roberto G. Bayod por la Monarquía del 18 de julio (1966)

Contra los hechos consumados

Roberto G. Bayod Pallarés
(Belmonte de San José, 1919-2002)
Sr. Director de SP:

Me congratulo por el acertado y valiente enfoque que está tomando su prestigiosa Revista en el candente problema del futuro político de la Patria. Su carta, publicada en el número del 15 de mayo, pone en claro, incluso para los tontos —para los demás ya lo estaba—, su editorial del 1.º de mayo.

La Monarquía debe ser tarea de todos los españoles no cegados por sectarismos y rencores de la guerra. La Monarquía debe ser popular y social, como lo fue el 18 de julio. Esta fecha que divide la Historia contemporánea no surgió para restaurar estructuras que anarquizaron la vida española ni para reponer una dinastía que abandonó el trono; sino para crear una nueva España, basada precisamente en la España Tradicional, en la "eterna metafísica de España", como diría José Antonio. Mal se pudo alzar el pueblo español y el ejército en un 18 de julio para restaurar una dinastía que no intervenía en el Alzamiento. Yo asemejaría el 18 de julio a Covadonga y a San Juan de la Peña, cuyos baluartes no fueron para reponer a las dinastías visigodas que abandonaron la península y el trono, sino para instaurar nuevas fórmulas de gobierno, basadas en las entrañas del pueblo ibérico.

En líneas generales estoy de acuerdo con Vd. y con Domingo-Arnáu en cuanto a la Regencia. Ahora bien (...) sería conveniente el que la Regencia se estableciera vitaliciamente en la persona del Caudillo, sin perder éste ninguna de sus actuales prerrogativas y derechos. En este caso la Regencia podría prorrogarse por algún tiempo más, en el supuesto de que no se hubiera terminado con la institucionalización de todos los organismos y en la preparación del idóneo príncipe que fuere destinado como el más idóneo para encarnar la Monarquía del 18 de julio, podría tomar parte activa en el gobierno de la Nación, aún durante la Regencia vitalicia del Caudillo, y con el fin de un más perfecto entrenamiento en la difícil tarea de gobernar al pueblo español.

No se pueden dar hechos consumados al pueblo más independiente del globo y de más ansias de participar en la función pública, y mucho menos en una cuestión de tantísima importancia. Es preciso una igualdad de oportunidades entre todos los posibles príncipes que puedan identificar y personificar el 18 de julio, como ya insinuaba usted en "Una mirada al futuro". Se necesita continuidad en la tarea creadora del 18 de julio, sin perjuicio de rectificar errores padecidos hasta la fecha, y de perfeccionar instituciones creadas aprovechando la experiencia de varios lustros y conservando también cuanto de bueno se ha establecido. Hay que evitar, a toda costa, que un nuevo 14 de abril —por autoabandono de la Monarquía—, nos de un nuevo 16 de febrero y éste otro 18 de julio para tener que rescatar la Patria a base de un nuevo millón de muertos. No queremos más muertos, y por lo tanto, no queremos más dinastías ni instituciones o fórmulas que nos puedan llevar a los malos caminos. No podemos pretender que el final del Movimiento sea una República coronada, que a eso equivale la Monarquía que propugna "ABC", y para que esto no suceda es preciso e imprescindible que el príncipe que sea propuesto para rey para la Post-Regencia reúna unos requisitos mínimos de idoneidad y de capacidad.

Parece, a primera vista, que estas condiciones son una utopía, que ese Príncipe sea "un mirlo blanco", que sea un imposible. Pero no olvidemos que si la Providencia nos deparó un Caudillo para la cruzada y para la paz, también ha podido prepararnos un príncipe que sea continuador de la obra iniciada en un 18 de julio. Ese príncipe existe y es obra de todos los españoles y muy especialmente de las dos fuerzas político-militares que forjaron el Movimiento y su doctrina. No se puede prescindir del pueblo español, pero muchísimo menos de falangistas y de requetés que juntamente con el pueblo hecho ejército nos liberaron de una República sucesora de una Monarquía liberal con reyes liberales.

Forjemos la España nueva, mantengamos el espíritu del 18 de julio, el Movimiento sucederá al Movimiento a base de que se halle el príncipe apropiado para ser continuador de la tarea iniciada, y para ello es imprescindible el que sienta en sus entrañas el 18 de julio. Esa no es la Monarquía del "ABC", ni es ese su príncipe.

Sr. Director, adelante con su labor.-

Roberto G. Bayod Pallarés.
Princesa, núm. 18. Zaragoza

SP, 1966

* Nota: Debe entenderse esta carta de don Roberto Bayod a SP en su contexto. La estrategia de José María Valiente, extremada por Carlos Hugo, de "suceder" al régimen de Franco se reveló (aparte de su discutible ortodoxia) como un fracaso completo, que comprometió y dividió al Carlismo y movió a muchos de sus notables (no a todos) a hacer concesiones retóricas que, vistas hoy, resultan increíbles. La cita a J.A. Primo de Rivera, por ejemplo, podría haberse juzgado necesaria para atraer la atención de SP. Quienes conocieron personalmente a Bayod dan hoy fe de su ortodoxia tradicionalista.

martes, 10 de mayo de 2016

Entrevista al Marqués de Villores, Jefe Delegado de la Comunión Tradicionalista, en el periódico El Siglo Futuro (1931)

UNA INTERVIÚ IMPORTANTE

Interesantes declaraciones del señor marqués de Villores, delegado del señor duque de San Jaime

Programa de actuación tradicionalista


Llamamos la atención de nuestros lectores acerca de las siguientes declaraciones que, a ruegos nuestros, ha obtenido del Excmo. Sr. Marqués de Villores, secretario delegado del duque de San Jaime en España, nuestro querido amigo de Valencia D. Salvador Peydró Aznar.

En ellas trata el señor marqués de Villores importantísimos problemas de actualidad y habla de las únicas soluciones que pueden tener, ajustándose a las realidades gubernamentales y a los eternos principios de justicia.

Por eso constituyen un verdadero programa de actuación tradicionalista al que da más relieve la alta significación del respetable y queridísimo señor marqués de Villores, jefe delegado de la Comunión Carlista.

José Selva Mergelina (1884-1932),
marqués de Villores

El pensamiento tradicionalista 

En nuestra ya histórica actuación hemos opuesto a las falsas esencias democráticas las esencias españolistas y, en todo momento, el pensamiento tiende a infundir en las realidades políticas y sociales la tradición española que por ser tradición, no es estancamiento ni reacción, sino progreso constante y enlace natural de los eslabones en la cadena de la historia, sin desvirtuar su espíritu ni sus características raciales a través de los siglos.

Y esas esencias de que usted habla y que seguramente no llegan a ser bien entendidas por la democracia española, ¿tienen virtualidad bastante para resolver los problemas que presenta la realidad?

A nuestro juicio, absoluta; y tanta fe y garantía nos merecen que dispuestos estamos ahora como siempre a rendirles el tributo, si es necesario, de nuestras vidas y haciendas, y con esto damos la mayor prueba de la sinceridad de nuestras intenciones.

¿Qué visión tienen ustedes de estas realidades?

El problema más urgente, el que no admite dilación, el que constituye ya un caso patológico de gangrena social, es la ausencia de respeto al principio de autoridad. Y si no ataca en su raíz, la disolución del organismo social es desgraciada y fatalmente segura. La anarquía será la última etapa de los principios a que responde.

Esta situación actual no es más que una etapa intermedia, una consecuencia obligada de los principios, gobiernos y procedimientos liberales, practicados durante cien años, causa a su vez de la destrucción de las bases fundamentales de la sociedad. 

El régimen actual

¿Y no cree usted que el régimen actual pueda imponer ese respeto al principio de autoridad?

Desgraciadamente, no; sería necesario que ese régimen se negara a si mismo. Que rectificara sus doctrinas y sus procedimientos, y si esto hiciera perdería, con justa razón, la confianza de los que se han educado espiritualmente en sus principios. 

¿Y si a pesar de esas consideraciones, que parecen lógicas, el sentido gubernamental se impusiera?

No lo creo. Los hombres de la Monarquía liberal y parlamentaria, primero, y los actuales siempre, son los que han criado la conciencia de rebeldía en las masas y las tendencias de violencia; y esos hombres, que constantemente predicaron ideas disolventes y sembraron odios, esos hombres que niegan el principio de la autoridad divina, representada por la Iglesia, no tienen autoridad moral para imponer respeto al orden social que ellos han venido socavando.

Pues a pesar de todo insisto en que son patentes los esfuerzos de algunos ministro y de otros hombres muy significados en el nuevo régimen para acentuar e imponer carácter conservador a este régimen.

Declararse gubernamental de su propio gobierno, como Azaña en su discurso en la Plaza de Toros; decir como Lerroux que ayer eran revolucionarios, pero que hoy son gubernamentales; que la República será conservadora o no será, como dijo Alcalá Zamora; y correr de Gobernación a las Calatravas para oír misa; serán frases y hechos que podrán convencer a los que ya tengan intereses creados, pero a los de abajo, a los que no llega la participación de beneficios, a los que no alcanza la jauja prometida, a esos no se les convence.

Retrato contemporáneo del Marqués de Villores

Cómo resolvería el tradicionalismo este problema

Entonces y en la eventualidad de tener ustedes que resolver este problema, ¿cómo lo enfocarían?

Conocidas las causas, la lógica impone seguir reglas contrarias. Los liberales han infundido en las masas concepciones de derechos, aunque después, cínicamente, los hayan burlado. Nunca enseñaron obligaciones ni la correlación entre aquéllos y éstas.

Nosotros, pues, seguiremos dirección contraria. No consentiremos hablar de derechos a quien no se acomode antes al cumplimiento de sus deberes.

Primero orden, para que dentro del orden se pueda imponer la justicia. Respeto a la autoridad, para que pueda ésta actuar con plenas garantías de libertad y eficacia.

De estas manifestaciones parece deducirse que ustedes implantarían una dictadura.

No discutimos palabras; sólo nos importan los hechos. En los primeros momentos de todo nuevo régimen siempre la fuerza ha de establecer y consolidar el derecho. La República, hasta estos momentos, vive en régimen dictatorial. La ley de Defensa de la República es la mejor prueba de esta verdad.

Los poderes y límites del actual  Gobierno, según oficialmente ha declarado, son los que él mismo se impuso (ni siquiera reconoce la existencia de los derechos individuales). ¿Por qué, pues, se han de considerar estas manifestaciones mías como tendencias dictatoriales y no se ha de juzgar con igual criterio la actuación republicana? ¿Por qué se nos había de negar a nosotros un crédito de confianza necesaria para pasar a un régimen jurídico definitivo?

¿Y cómo pasaría de ese régimen inicial de excepción al orden jurídico definitivo?

En primer término nombraríamos un Consejo técnico de juristas para revisar la legislación fundamental española, antigua y moderna, con encargo de recopilar todos los preceptos contrastados por la experiencia, en el orden político, civil y social, respetando desde luego las libertades forales, usos y costumbres de los antiguos reinos, y el hecho fundamentalmente democrático de la autonomía para regir sus propios destinos todas las colectividades públicas y personas sociales intermedias entre el individuo y el Estado. 

Esta recopilación de leyes regiría provisionalmente hasta la nueva estructura que se habría de planear sobre las realidades presentes y las orientaciones futuras.

¿Y cuál sería el régimen definitivo?

Para comprender lo que sería España en nuestros régimen, hay que hacer abstracción de todo lo que conocimos en el orden político y sustraernos de las influencias del ambiente en que vivimos. Así, pues, nosotros, a semejanza de lo que dijo Navarro Villoslada, hace ya muchos años, en su célebre «El hombre que se necesita», diremos: 

Abogado, a tus pleitos. —Obrero, a tu trabajo. —Industrial, a tu fábrica, etc.: ¡Se acabó la política! ¡Se acabaron los partidos! ¡Se acabó la explotación de la mentira democrática! 

¿Y cómo sustituirían eso que habrían de destruir? 

Restituyendo la autonomía y libertad, como ya he indicado, a todas las personalidades intermedias entre el individuo y el Estado. 

Los Ayuntamientos formarían libremente sus cartas municipales; formarían mancomunidades comarcales, provinciales y regionales, que regirían sus propios destinos, señalando los límites de sus fines y determinando sus medios. 

En el orden jerárquico de esta organización, las entidades superiores tendrían carácter tutelar y supletorio para los fines que no pudieran realizar las entidades inferiores, el arbitraje entre los conflictos de jurisdicción, la conservación y aplicación de los principios intangibles del derecho de gentes, de los derechos individuales y la defensa social. 

¿Nada más? 

Paralela a esta organización política y administrativa planearíamos la organización corporativa, integral y obligatoria, como directriz fundamental para una nueva estructura social. 

No hablo de Sindicatos, porque esta palabra tiene hoy un sentido de rebeldía, pero en el fondo la antigua organización gremial representaba las tendencias de los actuales Sindicatos profesionales, sin el espíritu revolucionario que hoy domina en las organizaciones obreras. 

José Selva Mergelina (6) junto con su familia (fotografía propiedad de Numen)

La organización corporativa 

¿Qué entiende usted por organización corporativa, integral y obligatoria? 

Aunque todas mis ideas no son dogmas del partido, yo personalmente estimo que la organización corporativa tiene como primera finalidad robustecer la debilidad del individuo con la fuerza de asociación, y todos los ciudadanos deben formar parte de las colectividades que más directamente representen los intereses y peculiares aptitudes. Por consiguiente, deduzco la necesidad de la agremiación profesional obligatoria. 

La riqueza no debe ser una patente que autorice la vagancia, y todos deberían justificar la aplicación de sus actividades personales a un fin útil. Entiendo por integral el conjunto de todas las corporaciones que representen actividades sociales: Producción y distribución de la riqueza; ciencias, cultura, arte, trabajo, intereses morales y religiosos, etc. 

Este conjunto de elementos bien ponderados, constituirían la legítima representación del país y los hombres directivos estarían mejor capacitados que los políticos (única profesión que desaparecería), para estudiar y resolver los problemas de orden social y gubernamental, y representarían más dignamente en Cortes la opinión y la voluntad nacional. 

Las Cortes tradicionales

¿Cómo después de negar la existencia de partidos habla ahora de Cortes?

Nuestras Cortes no tendrían ninguna semejanza con las Cortes parlamentarias; por eso he dicho antes que para comprender nuestro sistema es preciso colocarse fuera del ambiente político en que vivimos.

Daríamos a los organismos técnicos la competencia para resolver los asuntos de técnica, y a los organismos administrativos, los de este orden. A cada región y a cada municipio sus asuntos. A las autoridades judiciales la administración integral de justicia; y a cada una de las organizaciones corporativas los asuntos de su respectiva incumbencia.

Para la responsabilidad de gestión pública, estableceríamos jurisdicciones donde todo ciudadano podría pedir residencia contra los funcionarios y autoridades sin limitación alguna, y reparación de las injusticias gubernativas y los abusos de poder.

Después de esto, los Gobiernos no tendrían que temer la oposición, ni pagar con favores la adhesión de los procuradores en Cortes. El sistema de corrupción electoral; el de mayorías complacientes y minorías revoltosas; el caciquismo en toda la extensa red de sus variedades, no podrían subsistir ni tendrían ninguna razón de ser.

¿Entonces cuál sería la misión de las Cortes?

La de conocer sobre los asuntos de verdadera transcendencia para los destinos de la nación. La de resolver los conflictos entre las jurisdicciones inferiores que no tuvieran señalado otro cauce legal. La de autorizar los impuestos y los gastos generales del Estado, y con el Rey tendrían el Poder legislativo supremo, libre de los intereses y de las pasiones de partidos.

El jefe del Estado sancionaría las leyes, según las fórmulas tradicionales en cada uno de los antiguos reinos, y especialmente, según las leyes de Aragón, que fueron las más liberales y democráticas del mundo. Juraría guardarlas y hacerlas cumplir.

Las Cortes podrían residenciar a todos los funcionarios y autoridades de alta categoría por sus actos de gestión y acusar ante el Tribunal de responsabilidades, que sería permanente e inamovible. No podrían derribar ni elevar Gobiernos, pues el Rey, bajo su personal responsabilidad, reina y gobierna; es el Jefe supremo de la nación y el representante del Poder ejecutivo. Sobre estos principios está fundado el sistema presidencialista de Norte América. De allí no vienen noticias de crisis ministeriales ni de cambios de Gobierno.

¡¡En nuestras Cortes sí que estarían ausentes los Tenores, los Payasos y los Jabalíes!!

Payasos y jabalíes en las Cortes liberales
(imagen tomada de El Blog de El Español)

El sufragio

¿Y la soberanía y el derecho de sufragio?

Nuestro sistema de expresión de la voluntad nacional es la representación por clases y núcleos geográficos de histórica constitución. La soberanía política pasaría a ser función social y corporativa.

Es de libre apreciación si el ciudadano, como tal, debe tener un instrumento directo para manifestación de su voluntad, y en este caso el sufragio universal, lealmente practicado, podría cumplir esta finalidad. Pero el ciudadano, además, tiene otros derechos como partícipe en intereses colectivos. Allí donde se manifiesta y actúa una entidad jurídica, para el cumplimiento de una finalidad colectiva, allí existe un sujeto de derecho. Todas las organizaciones corporativas deben tener derecho a participar en la gobernación del Estado, y sus representantes deberán sujetarse al mandato imperativo.

¿Qué es el mandato imperativo?

La obligación de sujetarse los representantes de los pueblos, de las clases y de los intereses sociales, en el ejercicio de su representación, al mandato expreso que en cada caso les otorgue previamente la entidad que representen. Así, los diputados en Cortes y en las organizaciones intermedias consultivas deliberantes o ejecutivas, se ajustarán siempre a sostener y defender la opinión, el juicio y el mandato que expresen los poderes de su representación.

Este enunciado no excluye el estudio, examen, discusión y mejoramiento de las leyes por los procuradores, pues el mandato se refiere a propuestas concretas sobre asuntos de previo juicio y en todo caso supone la sanción de plebiscito indirecto.

Los procuradores dependerán directamente de sus respectivas corporaciones y éstas podrían revocar y cambiar sus poderes y sustituir las personas cuando así lo estimaran conveniente, y pagarían los gastos y emolumentos de sus procuradores.

La Constitución

Entonces, ¿los tradicionalistas no establecerían una Constitución como ley fundamental?

No la estableceríamos; la restableceríamos. España tiene su constitución con profundas raíces históricas y se define por sus propias tradiciones. 

La recopilación que formaría el consejo técnico jurídico sería el punto de partida para la fijación de los Códigos fundamentales en el orden social, político y civil. Las Cortes elegidas y estructuradas en la forma ya dicha donde todos los intereses estarían legítimamente representados, serían las que en suprema resolución sancionarían aquellos Códigos. Inglaterra no tiene constitución escrita al estilo moderno y es la nación donde mayor culto se rinde a la tradición y a la libertad individual.

El liberalismo

Entonces, ¿dónde están las diferencias fundamentales con lo que ustedes llaman liberalismo?

En el orden filosófico, el liberalismo tiene su origen en el libre examen. Esta doctrina estblece como principio de verdad el criterio de la razón humana, y el hombre dentro de este principio no tiene más responsabilidad en sus actos que la derivada del pacto y del orden jurídico.

La Iglesia Católica sostiene el libre albedrío del hombre sujeto a responsabilidad. Es decir, antes y sobre la razón humana la ley Divina, a la que debe someterse. De esta oposición entre los dos sistemas filosóficos nacen las dos directrices contrarias en todas las acciones humanas y, especialmente, en las religiosas, políticas y sociales. 

Por esto los tradicionalistas españoles, al declararnos católicos, apostólicos romanos, nos sometemos incondicionalmente a las doctrinas y disciplina de la Iglesia, y en la actuación pública, en la organización social y en las funciones del Estado, queremos fundir, con todas sus consecuencias, las doctrinas de Cristo, tal y cómo las interpreta, las define y las aplica la Iglesia Católica. Por eso la Unidad Católica con todo lo que ello entraña y significa es nuestra aspiración fundamental.

Pío XI, Sumo Pontífice de la Iglesia Universal entre 1922 y 1939,
autor de la Encíclica QUADRAGESIMO ANNO

El problema social 

¿Entonces las soluciones de ustedes en el orden social son las mismas que propugna la Iglesia Católica?

Exactamente. Las Encíclicas RERUM NOVARUM y la última QUADRAGESIMO ANNO constituyen nuestra orientación. En ellas radican virtualmente todas las justas soluciones de los conflictos sociales: La cristianización de la economía es la fórmula sintética del remedio al mal social: Dar la mayor cantidad de bienes materiales posibles, en el orden económico, al mayor número posible de hombres.

Sería inútil —dice el Papa— todo afán de regeneración social, si no vuelven los hombres franca y sinceramente a la doctrina evangélica. 

La Revolución Francesa, con los economistas del siglo XVIII destruyó la antigua organización social, después los progresos de la ciencia han creado un mundo nuevo de posibilidades económicas ilimitadas y el liberalismo no ha sabido encontrar el índice de la ecuación entre la producción y el reparto para consumo. Una organización de la economía que conduce a la miseria por exceso de producción, es una organización fracasada.

Hay que organizar, pues, la producción y el reparto en sistema corporativo. La lucha de clases sustituirla por el orden y la defensa de los intereses creados al amparo y en el régimen de corporación.

¿Pero qué fórmulas prácticas tienen ustedes como soluciones?

Además de la estructuración social corporativa, la más eficaz, la más completa, la dio hace tiempo nuestro malogrado caudillo Jaime III: «Elevar a preceptos jurídicos las esencias de la caridad cristiana y de las Obras de Misericordia».

Esto no significa invasión de las leyes jurídicas en las virtudes individuales; pues aun suponiendo, dice también el Papa, que cada uno de los hombres obtenga todo aquello a que tiene derecho, siempre queda para la caridad un campo dilatadísimo.

Así, pues, ya que el individuo voluntariamente no cumple las obligaciones de caridad y misericordia que debe al prójimo, es preciso que la sociedad se haga cargo de aquéllas, hasta donde lo permitan las posibilidades sociales y elevándolas a preceptos jurídicos las convierta en leyes del código social de cumplimiento obligatorio, sujetos a la sanción y coacción.

Es decir, la sociedad adoptará como cargas sociales las obligaciones de justicia que en este orden le incumban. 

Otros puntos de nuestro programa

¿Puede usted decirme qué entiende por cargas de justicia social?

Protección real y efectiva a la infancia en toda la variedad de sus necesidades. Protección especial a la mujer en su actividad maternal y además para que en todo momento encuentre garantizados los medios legítimos y honestos de subsistencia, instrucción, educación y facilidades para el cumplimiento de los deberes propios de su sexo.

Preparación del individuo, en su niñez y juventud, física, moral y cultural, hasta colocarlo en condiciones de igualdad para la lucha por la existencia, hasta que pueda ser un ciudadano digno y un trabajador capacitado para el ejercicio de su profesión; útil para sí y para la sociedad.

Subsidios familiares en proporción al número de hijos; subsidios a impedidos, inválidos, viejos y jubilados. Seguros de trabajo y de jornal.

¿Pero es posible cumplir este programa?

Posible y seguro; es la visión del futuro social. El mundo y, por consiguiente, la sociedad tiene hoy posibilidades económicas bastantes para cubrir todas las necesidades humanas. Las grandes crisis actuales son consecuencia de exceso de producción. Hoy a la humanidad le es más fácil producir que consumir. La capacidad compradora es inferior a la productora. ¿Qué razón hay para que las fábricas de zapatos estén paradas mientras millones de seres van descalzos?

Leo hoy en un periódico: «La gran cosecha de trigo en Texas forma montañas con las existencias de granos, expuestas a corrupción por falta de compradores». ¡Y los pobres mendigando un pedazo de pan... que no encuentran! Por consiguiente, se puede y se debe cumplir aquel programa.

No estamos acostumbrados a ofrecer sin seguridades de poder cumplir, ni hablamos a los obreros solamente de derechos para halagar sus pasiones y captar su voluntad. Por el contrario, estamos acostumbrados a enseñarles antes sus obligaciones.

Estamos bien seguros de que la sociedad puede y debe cumplir lo que estimamos cargas de justicia social y debe atender todas las vindicaciones del trabajo como factor de producción y como virtud moral, y en conformidad con este alto valor que el trabajo representa, debe corresponderle una mayor participación en la empresa productora y se ha de establecer una mayor equidad en la distribución
de las utilidades.

En este orden, el Tradicionalismo admite todas las reformas que sean necesarias para ajustar a las realidades las nuevas concepciones sociológicas.

¿Qué opinión tienen ustedes sobre la función social de la riqueza?

Esta función social exige que la riqueza se ponga en actividad, pues sólo es fecunda cuando se convierte en instrumentos de trabajo; exigiremos, pues, su transformación y circulación para que se aplique constantemente a la reproducción y llegaríamos, si necesario fuere, a poner remedio al mal de la riqueza improductiva.

Llegaríamos, si necesario fuese, a una prudente limitación de las rentas, si éstas fuesen abusivas, y a la mejora de la retribución del trabajo, compensado hoy solamente por el salario.

***

Hasta aquí las interesantes; e importantísimas declaraciones del excelentísimo señor Marqués de Villores que sin duda habrán leído con gusto nuestros lectores.

domingo, 1 de mayo de 2016

Montejurra de ayer y de mañana

por Rafael Gambra

Montejurra es uno de los más hermosos símbolos de la historia patria. Es el monte que domina a Estella, la que fue corte de la Legitimidad en las dos guerras carlistas y la posición-clave para la defensa de esa plaza. En sus laderas se cavaron las primeras trincheras de la historia militar (cuyos vestigios aún se conservan), y en ellas murieron cientos de los nuestros confesando al Rey y a la fe de sus antepasados. En su base, el monasterio románico de Irache fue el gran hospital de sangre de los carlistas donde innumerables heridos recibieron el cuidado maternal de aquella reina ya legendaria que fue Doña Margarita. De aquí que Montejurra haya podido ser llamada la Montaña Santa de la Tradición, y convertida en símbolo de la más generosa y espiritual de las resistencias.

Después de nuestra Cruzada de Liberación se erigió un pequeño altar cubierto en su cima, y un vía-crucis en el camino de ascensión con los Tercios de Requetés que en esa guerra aportaron su esfuerzo y su sangre a una ilusionada empresa común.

Durante mi permanencia en Pamplona (1944-55) cada primer domingo de mayo subía al Monte no más que un reducido grupo de leales, en su mayoría familiares de quienes perdieron su vida en aquellos Tercios. Recuerdo la invitación que anualmente me hacia don Joaquín Vitrián, Capellán de la Hermandad del Vía-Crucis de Montejurra y profesor conmigo en el Instituto Príncipe de Viana, para concurrir a aquella pequeña y entrañable romería penitencial.

Decenas de miles de carlistas en Montejurra (1966)
Fue a partir de ese último año cuando la romería casi familiar se transformó en gran concentración carlista con concurso de todas las regiones de España, hasta alcanzar gigantescas proporciones. Contribuyeron a esto dos circunstancias: de un lado que la paz espiritual de los quince años anteriores empezaba a mostrar fisuras: aires nuevos de europeísmo y de olvido de los motivos de 1936 empezaban a circular: la sangre leal presentía algo, volvía a hervir. De otro, que el Carlismo parecía salir de un interregno de divisiones y desaliento para ver a su cabeza la figura de un rey que —¡al fin!— se decidía a serlo. Dos años más tarde el heredero de ese ya casi anciano rey se presentaba ante la multitud reunida en Montejurra y abría con su presencia y su gesto un ancho campo a la esperanza. En la concentración de ese año parecía haberse liquidado la escisión que, por lo menos en cuatro fracciones, venía sufriendo el Carlismo.

A partir de ese momento la concentración política y la romería penitencial seguirían en aumento numérico. Sin embargo, en los años inmediatos Montejurra tuvo un tono domésticamente gubernamental. Se había nombrado Jefe-Delegado a don José María Valiente, de origen y mentalidad bastante extraños al Carlismo, y se trató entonces de ganar una oposición convocada para rey. Perdida ésta, el Sr. Valiente se sumó, como podía esperarse, al opositor triunfante. No hizo más que volver a su casa, y eso siempre está bien en un casado.

Este momento coincide, más o menos, con el Concilio y con la «apertura» europeística de España. A partir de entonces, lo que allí se dice y se oye es difícil de describir y aún más de creer. No difiere mucho de lo que oímos en algunos púlpitos o de lo que leemos en «Mundo Obrero». Santiago Carrillo y el Partido Comunista han enviado sus congratulaciones, y seguramente ni ellos mismos salen de su asombro.

La nube, sin embargo, pasará. Con la ayuda de Dios y por la intercesión de nuestros mártires. Porque, ¿a quién pertenece Montejurra? Sin duda a aquellos que yacen en sus trincheras o se conmemoran en sus cruces. Por ellos se va a aquel sitio, y ellos no mantuvieron, ciertamente, posturas confusas, traidoras ni vacilantes.


Rafael Gambra Ciudad
El Pensamiento Navarro (02/05/1971)

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